Ya está funcionando la minicentral hidroeléctrica que suministra electricidad a 65 familias en Guanijiquil
Para la sorpresa de algunas personas todavía y, sobre todo, para la alegría de la mayoría, los focos se prendieron y el sonido funcionaba para dar inicio a la inauguración, después de 24 meses de trabajo, de la minicentral hidroeléctrica que permite a 65 familias del caserío Guanijiquil, en el municipio de Meanguera, departamento de Morazán, disponer de energía eléctrica.
Los trabajos comenzaron en 2012 con las líneas eléctricas. La construcción de la obra civil, realizada por la propia comunidad, no inició hasta febrero de 2013, una vez conseguidos los permisos ambientales, lo que obligó a realizar la construcción en plena época lluviosa.
“Los mayores retos han sido poder superar las dificultades que nos originaban las crecidas del rio Sapo durante la construcción”, cuenta Luis Boigues, de la ONG SABES, la organización local que ha apoyado a estas familias que participaron con 70 tareas de trabajo cada una. “Había ocasiones que se hacía un trabajo y venía una crecida de tormenta y nos deshacía una parte del trabajo realizado durante el día y había que volver hacerlo”, recuerda.
Para ver cumplido este servicio básico, la comunidad buscó la ayuda de SABES, quien con la ONG española Paz con Dignidad presentaron la propuesta de proyecto a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), quien aprobó un financiamiento de 151.386 euros, en 2011.
Posteriormente, con el apoyo de la organización holandesa HIVOS se consiguió la fabricación e instalación de la turbina axial fabricada en El Salvador con tecnología peruana. Y se completaron los trabajos con el apoyo de la Alianza en Energía y Ambiente con Centroamérica (AEA). La pequeña central hidroeléctrica aprovecha el caudal del río con un salto de cuatro metros que permite generar unos 60 kw, gracias a un dique de 25 metros de largo y 4 metros de altura sobre el fondo del río.
“Es una obra en la que todos hemos trabajado de la mano y estamos muy agradecidos”, contaba José Santos Argueta, vecino del caserío y que cree que a partir de ahora “va a ver más facilidades”. Los y las habitantes de este caserío, como José Santos Argueta, abandonaron durante algunos años la zona por la guerra, desplazándose al refugio de Colomoncagua en Honduras, y al interior de El Salvador.
Después de que amaino el conflicto, regresaron a sus lugares a empezar de nuevo pero carecían de electrificación porque no resulta rentable para las empresas distribuidoras, según explica Boigues: “Las viviendas están demasiado separadas y el negocio es rentable para las empresas distribuidoras a partir de un promedio de 5 viviendas por kilómetro de línea eléctrica”.
Administración sostenible de los fondos
La energía producida se inyecta a la red de distribución construida y, si sobra en periodos de menor demanda, se podrá inyectar a la red nacional, mediante el establecimiento de un contrato de compra-venta de energía con una distribuidora local de energía. Con los fondos obtenidos de la venta de la energía, se creará una estructura comunitaria para administrar microcréditos que se utilizarían para desarrollo de la comunidad, lo que será monitoreado por SABES y en colaboración con la comunidad.
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